domingo, 27 de diciembre de 2009

La metáfora del gordito montado en moto

Quiero contar la historia de dos jóvenes que se conocen en el autobús. Él sube al autobús y se sienta a su lado. Ella sabe que esa decisión no es del todo fortuita. Él siente la necesidad de entablar conversación con ella. Ella siente curiosidad por conocerlo a él.
- Perdona, ¿puedo hacerte una pregunta?
- Eh… sí, dime.
- ¿Por qué crees que las personas no hablan en el autobús?
- Pues... no sé, supongo que a nadie le gusta hablar con desconocidos.
- ¿No te gusta hablar conmigo?
- No, no es eso…
- ¿Entonces?
- Pues que la gente siente vergüenza.
- ¿Me estás diciendo que si una persona quiere hablar con otra, no lo hace por vergüenza?
- Sí, por lo menos es lo que a mí me pasa.
- ¡Maldita vergüenza!
- Sí, nos priva de multitud de relaciones, de amigos en potencia, del amor de nuestras vidas…
- Pero nadie se fija en eso.
- Nadie...
No, no, así no. Haz que se conozcan en una parada de autobús. A la salida del Festival de Cine Europeo. Después de haber visto Transmision.
- ¡Estabas sentada a mi lado!
- ¿En el cine, dices?
- Sí, lo sé por tus bambas.
- Ah… por mis bambas. (Ahora que lo pienso son llamativas.) ¿Te ha gustado la película?
- Sí, ha estado bien, la idea era muy buena, un futuro distópico o utópico, según cómo se mire, sin televisores…
- Sí, a mí también me ha gustado.
- Pero pienso que no ha sabido sacarle partido. No todo el mundo reaccionaría así frente a un apagón. Dónde están los amantes de la literatura, de la música…
- Sí, yo también pienso que ha simplificado bastante la visión de la humanidad, aunque supongo que era su intención, hacernos reflexionar sobre el papel de la televisión en la sociedad.
- Bueno, entonces ha conseguido su propósito, ¿no?
- Claro, estamos hablando de su película. ¿Qué me dices del ritmo?
- Pues no sé, anoche vi Metrópolis, una película de 1927, te la recomiendo a todo esto.
- ¡Me la apunto!
- Lo que quiero decir es que estoy acostumbrado a ritmos lentos.
- Yo pienso que le sobraba metraje.
- Oye, perdona que cambie de tema, ¿vas a coger el C1?
- Sí, ¿dónde te bajas?
- En Triana.
- Qué bien, yo me bajo en Ronda de Triana.
- Mira, ahí está el autobús.
- ¿Qué estudias?
- Filología Hispánica.
- ¿Y te gusta?
- La verdad es que sí. Tengo la suerte de que me gusta leer. No todos pueden decir lo mismo.
- ¿Por qué lo dices?
- Porque algunos de mis compañeros, futuros profesores, se presentan a los exámenes sin haber abierto un libro. Es algo que nunca entenderé.
- Eso da qué pensar…
- Bastante, y mira que yo nunca tuve claro lo que quería ser de mayor, pero pienso que el tiempo pone a cada uno en su lugar.
- Sí, yo también pienso lo mismo. ¿Sigues sin tener claro lo que quieres ser de mayor?
- No, ahora sí lo sé: de mayor quiero ser persona. Porque ser persona no es fácil, ¿sabes? Hay muchas personas en el mundo, pero no todas las personas merecen el calificativo de persona, no sé si me entiendes.
- Jajajaja, sí. Pareces una persona bastante madura. ¿Qué edad tienes?
- Tengo 22 años. Bueno, no, 23, hace dos días que los cumplí.
- ¡Felicidades atrasadas!
- Gracias.
- Entonces, estás en el último año de carrera.
- Ojalá, éste es mi segundo año.
- ¿Y eso por qué?
- Porque era un mal estudiante y mi padre me dijo que o trabajaba o estudiaba. Así que me puse a trabajar.
- ¿Y de qué has trabajado?
- De todo: comercial, vendedor, backoffice, teleoperador, incluso, de portero/acomodador en un multicines de Cornellà.
- ¿Has vivido en Barcelona? Yo voy todos los años.
- Sí, nací allí y hace un par de años me fui a vivir con unos amigos.
- ¿Y por qué has vuelto?
- Dicen que si has sido feliz en una ciudad, no debes volver.
- Eso lo dice mucho Antonio Gala.
- Sí.
- ¿Y no te ha resultado dura la vuelta?
- La verdad es que no. Allí me sentía como un grano de arena rodeado de pirámides; aquí me siento como una pirámide rodeada de granos de arena.
- Te entiendo perfectamente. No soporto la impersonalidad de las grandes ciudades, que no me miren a los ojos mientras ando, ver como alguien recibe una paliza y nadie le socorre. Es desesperanzador…
- Yo todas las mañanas pienso en la esperanza.
- Ah, ¿sí?
- Sí, mira, te explico. Cuando voy a la universidad tengo que pararme en un semáforo que siempre está apagado… y nadie se para…
- Como es lógico.
- Pero entonces, cuando parece que voy a perder la esperanza en la humanidad, aparece un gordito montado en moto y me cede el paso.
- Jajajajaja, un gordito montado en moto, me quedo con eso.
- Me estoy mareando.
- No te preocupes, ésta es tu parada.

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho. Realmente habia leido lo de la metáfora del gordito montado en moto en tu nick pero hasta ahora no he tenido tiempo de sentarme a leer el relato. Me has arrancado una sonrisa con algunas de las frases.

    Un saludo!!

    ResponderEliminar
  2. Buenísimo!! ¿Para cuándo te dejas ver? Un saludo!

    ResponderEliminar