Primera clase

En Italia los trenes ofrecen el siguiente servicio por clases: primera clase, la más cara y respetable; segunda clase, algo menos sofisticada y elitista; y el cuarto de baño. Pocas personas conocen el cuarto de baño como clase. De hecho, no aparece en la lista de servicios. Quizá por ser gratuito. Yo estaba en el cuarto de baño.
Miraba el paisaje por una ventanilla de unas cuatro cuartas. (Me había molestado en medirla.) Sólo veía farolas, farolas y más farolas. Pronto el paisaje cambió y las farolas dejaron paso a los polígonos industriales.
Se podría decir que los márgenes del tren son el hábitat natural de los polígonos industriales. Pero seguramente nos equivocaríamos. Lo cierto es que todos los polígonos industriales de todas las ciudades que comprenden el trayecto Torino-Milano podrían formar una gran ciudad industrial. ¿Ha nadie se le ha ocurrido?
También veo árboles, pocos, porque la deficiente iluminación de las farolas no permite ver mucho más allá de la ventanilla. Personificación. Los árboles podrían ser pinos o abetos, o una especie hasta ahora no catalogada, a la que llamaremos pineto.
El tren hace un ruido de mil demonios. Parece volar por encima de las vías. Pero el verbo volar no contiene el matiz de fricción que andamos buscando. Por lo que sería más correcto hablar de saltos. El tren va dando saltos. Empezamos lentamente a narrar como es debido.
La ventanilla de unas cuatro cuartas, pero cuatro cuartas de mi mano, ya que, de otra mano, bien podrían ser cinco o seis, casi se me cierra en las narices. Termino mi cigarro, lo tiro por la maldita ventanilla y vuelvo a mi asiento en primera clase.