lunes, 19 de octubre de 2009

La máquina de escribir

Saqué la máquina de escribir, una vieja y oxidada máquina herencia de mi abuelo, o de mi madre, no sé, no importa. Tenía que saber si tenía una historia que contarme, que contarte, lector, ávido de conocimientos, historias, etc. Tenía que saber si era cierto ese runrún del que hablan, ese runrún que te hace ir de una palabra a otra, de una frase a otra, de un folio a otro…
Quizá pertenezca a otra generación de escritores, a una generación anterior, que escribía con máquinas de escribir, como Allen o Bukowski y una larga lista de nombres que desconozco. Quizá, al tener que pasar a limpio sus escritos, pensasen mejor lo que escribían, masticasen mejor sus palabras. O quizá no. Quizá dependa del escritor.
Pero, ¿qué más da cómo se escriba? –pensé en un momento de lucidez extrema–, ¿acaso lo importante no es lo que se diga? Sí, sí, lo que se diga, lector, y lo que se escuche, porque tan importante es decir como escuchar. O quizá no. Quizá sea más importante escuchar.
El que escucha siempre elige quién es el emisor, qué es mensaje y qué ruido. Entonces, qué sería de mí sin ti, y de ti sin mí, (todo sea dicho). Tú completas el relato, le das sentido, y entonces, todo tiene sentido, hasta el ruido de las teclas al sonar. ¿Acaso le hablo a una máquina de escribir?
La máquina de escribir, para que lo sepas, es de color verde oliva o quizá negra, ¿qué más da? si ya la has imaginado de forma perfecta en tu cabeza, si ya tienes un prototipo de máquina de escribir, ¡y es perfecto! Seguro que hasta imaginas cómo soy. ¿Cómo soy?
¿Me imaginas alto, guapo, discreto?, ¿y mi cara?, ¿qué me dices de mi cara?, ¿y mis labios, mi boca y mi nariz?, ¿cómo son? Me gustan tus labios, tu boca y tu nariz, es decir, los labios, boca y nariz, que tú me pones, porque son tuyos, y no míos. No quiero otros labios, bocas o narices. Quiero los tuyos.
Y ya, puesto a imaginar, ¿por qué no imaginas un final para mi relato? ¿Por qué no imaginas que pongo un punto y final, levantas la cabeza, sonríes y, sí, eres feliz?

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