Las adelfas (1928) de Antonio (1875-1939) y Manuel Machado (1874-1947) es una obra dramática dividida en tres actos: el primer acto consta de trece escenas, el segundo acto de ocho y el tercer acto de seis.
El título de la obra es simbólico. Nos dice don Agustín: «las adelfas, los adelfos, como llamamos también en la tierra a estos arbustos bellos y malos». Alude a la ambigüedad que gira en torno a la obra, a la ambigüedad que gira en torno a la muerte de Alberto, duque de Tormes (nombre inspirado en la novela Lazarillo de Tormes).
El primer acto, al igual que el segundo, transcurre en el salón de la casa de la duquesa Araceli (Madrid). Se nos dice que está decorado con «muebles lujosos y de buen gusto». El tercer acto transcurre en la finca de Los Adelfos, en Alcolea (Córdoba), donde «las adelfas dan su olor, una fragancia extraña que el sueño inventa o reproduce».
El nombre de los personajes también es simbólico: Araceli, del latín ara caeli, el altar del cielo; Rosalía, la que es bella como una rosa; Raquel, la oveja de Dios; Salvador Montoya, el que vino a salvar al hombre; don Agustín, el venerado; y Pablo, el pequeño, por aquello de ser criado.
Aunque se observa intertextualidad con la propia obra de Antonio Machado, con la de Luigi Pirandello, con la de Tirso de Molina y hasta con Fray Luis de León, Las adelfas adolece de muchas cosas: falta de trama, personajes planos, verso dialogado anacrónico, etc, etc, etc.
Para no perder la costumbre, me gustaría despedirme con una cita. Le dice Araceli a Carlos: «del teatro de mis sueños no eres tú persona». Siento tener que decirlo, pero lo mismo le podría decir a Antonio o a Manuel. Sólo recomendable para entusiastas de los hermanos Machado.
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