Cuando era niño, me gustaba mirar el reflejo de mis piernas en el espejo del armario empotrado del cuarto de mis padres. Pensaba que mis piernas eran pájaros y las puntas de los dedos de mis pies sus picos. Y picoteaba y picoteaba la cama de matrimonio de mis padres.
Cuando era niño, me gustaba mirar el reflejo de la cama de matrimonio en el espejo del armario empotrado del cuarto de mis padres. Me gustaba pensar que la cama de matrimonio era un barco y los cojines su mástil. Y navegaba y navegaba por aguas profundas hasta dar con la cabecera de la cama.
Cuando era niño, me gustaba mirar el reflejo de la cabecera de la cama en el espejo del armario empotrado del cuarto de mis padres. Soñaba que la cabecera de la cama era el puerto de una isla llamada Arcadia y los peluches sus habitantes. Y charlaba y charlaba con ellos hasta agotar los temas de conversación.
Entonces me despedía de los peluches, ya no habitantes, y saltaba de la cabecera de la cama, ya no puerto, y colocaba los cojines en su sitio, ya no mástil, y arreglaba la cama de matrimonio, ya no barco, y sentía las puntas de los dedos de mis pies, ya no picos, y notaba la fuerza de mis piernas, ya no pájaros, y me miraba confuso al espejo, ya no niño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario