miércoles, 20 de julio de 2011

Bajo las ruedas (1906)

Bajo las ruedas (1906) de Hermann Hesse (1877-1962) es una novela dividida en siete capítulos. ¿Es una novela autobiográfica? En parte. En primer lugar, el autor recibió su formación en el seminario evangélico de Maulbronn; en segundo lugar, trabajó como mecánico en la fábrica de relojes Perrot; y en tercer lugar, ha estado acompañado toda su vida por neuralgias y migrañas.
El nombre de la novela se inspira en un diálogo entre el protagonista, Hans Giebenrath, y el director del seminario: «Así, muy bien, muchacho. No hay que desfallecer, si no se acaba bajo las ruedas». Este recurso de dar nombre a una novela por un hecho aislado lo podemos encontrar en otras obras, como El guardián entre el centeno o El señor de las moscas.
Los temas a tratar son: la adolescencia, la amistad, el amor, la educación, la melancolía, la muerte y la rebeldía. Pero por encima de estos temas se elevan dos especialmente relevantes: la imaginación y la razón, que aparecen contrapuestas. El sistema educativo ha desterrado a la imaginación. Tan necesaria en la formación del individuo. La imaginación es inestable, impredecible, incontrolable. Tiende al caos. Y pone en jaque al mismísimo sistema educativo.
En cuanto al espacio, podemos hablar de tres lugares clave: el pequeño pueblo de la Selva Negra, donde arranca y concluye la novela; Stuttgart, donde tiene lugar el Landexamen; y el monasterio cisterciense de Maulbronn, que «aloja a los estudiantes del seminario teológico protestante, para que la belleza y la paz rodeen a los jóvenes y sensibles espíritus...».
En cuanto a los personajes, hemos dicho que el protagonista es Hans Giebenrath, un niño dotado, delicado y solitario. A su alrededor desfilan Herr Joseph Giebenrath, su padre, el director del colegio, el párroco, el profesor de matemáticas y el director del seminario, símbolos del sistema. Pero hay dos personajes de especial interés: Hermann Heilner (el nombre no es casual, recuérdese que Hermann Hesse se escapó de su seminario), símbolo del genio, y Flaig, el zapatero, el elegido para desarrollar la tesis del autor.
Por último, una cita que resume la idea del libro: «Una y otra vez vemos al Estado y al sistema educativo empeñados con saña en arrancar ya de raíz los pocos espíritus profundos y valiosos que aparecen cada año. Y siempre suelen ser estos muchachos odiados por los profesores, castigados, escapados y expulsados los que enriquecen el tesoro de nuestro pueblo. Sin embargo, algunos –¿y quién sabe cuántos?– se consumen en una rebeldía silenciosa y acaban sucumbiendo». No tiene desperdicio.

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